jueves, 16 de octubre de 2008

Un amor único

En "La Ceremonia del Adiós", el libro donde describe el fin de su compañero por 51 años, el filósofo Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir recuerda: "A veces se le escapaban palabras extrañas.

Una mañana, al darle la medicina, me dijo: Es usted una buena esposa".

Desde el pacto que suscribieron en 1929, cuando le propuso ser su "amor necesario", central, esa palabra había quedado proscrita. Sartre le dijo que necesitaba ser libre, polígamo, aunque después su "dulce maridito", su "querido pequeño ser", ofreciera matrimonio --casi siempre a sus espaldas-- a varios de sus "amores contingentes", accesorios.

Ella era tres años menor, dos centímetros y medio más alta que Sartre, y creía en la libertad individual, pero sufría sus ausencias y vivía con "agonía" algunos de sus romances.

Ambos disfrutaban las novelas de detectives, eran escritores compulsivos y gozaban ejercer la "transparencia" en su relación, una franqueza sexual que se reflejaba en sus cartas.

Pensaban que, al no tener secretos, no sentirían celos.

A Sartre siempre le gustaron las mujeres jóvenes; Beauvoir se relacionó con hombres, pero también vivió episodios apasionados con algunas de sus alumnas, varias de las cuales compartieron.

Fue un 14 de octubre de 1929 cuando perdió la virginidad en la cama de Sartre. Desde el inicio de su relación, Beauvoir experimentó a su lado la "felicidad perfecta": discutían los postulados existencialistas del filósofo, corregía cada uno los escritos del otro.

"Sabía que no existía desgracia que me pudiese venir de él, a menos que muriese antes que yo", escribió Beauvoir.

En 1941, cuando Sartre volvió de la guerra, tuvo que aceptar que ya no la deseaba. Buscaba otras conquistas. "Más que amor, era una amistad íntima. No había demasiada pasión", le escribió la filósofa sobre su relación a uno de los hombres que más amó, el escritor Nelson Algren.

Beauvoir fue amante, administradora y enfermera de Sartre; su gran cómplice intelectual, pero según el historiador Paul Johnson, también su esclava.

"En los anales de la literatura, hay pocos casos peores de la explotación de una mujer por un hombre", afirma en Intelectuales.

En 1965, Sartre adoptó legalmente y en secreto a uno de sus amores, Arlette Elkaïm, a quien conoció cuando tenía 19 años. A su muerte le heredó todo, incluso los derechos sobre su obra.

Pero a juzgar por sus palabras, lo que más respetaba, Sartre sintió también por Beauvoir un amor único. A ella fue a quien formuló siempre sus ideas porque era la única en quien confiaba, "la única con el mismo nivel de conocimiento de mí mismo", "mi única verdadera fortuna".

Sartre fue decisivo en su carrera: la animó para que escribiera su primera novela, La invitada, y la impulsó para que reflexionara sobre lo que significaba ser mujer, trabajo del que surgió El segundo sexo.

Cuando el filósofo murió, el 15 de abril de 1980, Beauvoir asistió al funeral masticando pastillas de válium, entre las 5 mil personas que acompañaron el cortejo fúnebre a Montparnasse.

Al día siguiente la encontraron delirando debido a una congestión pulmonar.

"Su muerte nos separa. Mi muerte no nos unirá", escribió. Pero se equivocó: sus cenizas están enterradas junto a las de Sartre en Montparnasse.



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