miércoles, 15 de octubre de 2008

Shhh!?


Las mujeres tenemos un sentido de la privacidad muy difuso. Mientras los hombres apenas si le dicen a sus amigos que estan saliendo con una chica, nosotras vomitamos toda la información luego de la primera salida. Entre amigas, las confidencias viajan como un malón de indios borrachos que van a saquearlo todo. Hablamos tanto, que destruimos el tabique de intimidad que separa a la una de la otra. Somos como dos celulares con bluetooth, como un extenso túnel que nunca dobla, como una cuadra de casas sin medianera.
Si bien los hombres conocen esta debilidad, no se imaginan al grado de indiscreción al que podemos llegar. Ignoran que esa amiga que viene a casa tan seguido sabe absolutamente todo sobre ellos. Que conoce todos sus movimientos en la cama como si los hubiera espiado. Que sabe que cuando eran chicos se tocaban con sus primas y jugaban con las muñecas de sus hermanas. Ignoran que a esa amiga se le desprendió la laringe de tanto reirse cuando supo que lloraron con Bambi y con la despedida de los almuerzos de Mirtha Legrand; que los detesta porque nos dejaron plantadas o nos hicieron llorar, y que nos aconseja que los dejemos cada vez que le contamos la última estupidez que hicieron.


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