martes, 17 de febrero de 2009

El feminismo paranoico

Estamos tan obsesionadas con la igualdad y los derechos femeninos que nos hemos transformado en conspiradoras paranoicas y resentidas. Nos asusta tanto convertirnos en la mujer detrás del hombre o a la izquierda en la mesa, que hemos perdido el centro.
Hoy, para nosotras, llevarle un vaso de agua a un hombre representa mucho más que un favor; es servilismo, sometimiento, desigualdad.
Vivimos supervisando todos los gestos, como la Santa Inquisición del feminismo. Si nos regalan una licuadora, nos están mandando a la cocina; si nos abren la puerta, nos sugieren que somos débiles; si no nos cuentan algo, no nos dan nuestro lugar; si nos consultan todo, nos ponen en el rol de madre; si nos preguntan qué vamos a comer, en realidad nos exigen la cena y si nos piden un calzón, nos están diciendo siervas, lavanderas, esclavas, lacayas.
Necesitamos dejar en claro que somos iguales o mejores que ellos con tanta avidez y desesperación, que caemos en nuestra propia trampa; porque cada vez que nos importa quien abre la puerta o quien paga la cena, estamos realzando la diferencia, probando que sí existe. Y cada vez que la negamos o la discutimos la hacemos más grande.
La igualdad no llegará hasta que nosotras nos comportemos como iguales, hasta que olvidemos el estereotipo y el mandato. No tenemos que elegir nada. No tenemos que odiar el rimmel para ser inteligentes, ser célibes para ser valientes o pedir delivery para ser modernas. Somos mujeres, y podemos tenerlo todo, lo mejor de ambos mundos: las galletas de jengibre y el doctorado. El ascenso y un costurero. Una familia enorme o una familia de dos. Podemos elegir todo. Y eso, es la igualdad.

(Publicado en el blog de Bestiaria)

1 comentario:

daniel dijo...

Monica, me parecio valiente admitir que nunca hay una confabulacion en su contra, son simples mujeres que por lo general se enredan solas.

cordialmente